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Análisis del tercer movimiento
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Presto Agitato: La inspiración patética llega aquí al paroxismo. Mas bien que la lucha entre un gigante y el poder de las tinieblas de que habla Elterlein, se encuentra aquí una tempestad imponente del espíritu, un vórtice de pasión frenética e impetuosa como el huracán. La brillantez y dificultad de ejecución, muy general en las sonatas de Beethoven de la segunda época, se manifiesta ampliamente aquí. De igual modo que la sonata Patética descubre en su final su íntima relación con el primer tiempo, aquí encontramos relaciones análogas. Pero ¡qué enorme diferencia entre el gigantesco “pathos” de este presto y aquel rondó, casi insignificante a su lado! Apenas concluido el fresco y poético allegreto se abre el “nuevo abismo” con todo el dolor del adagio, pero la resignación melancólica se reemplaza por la desesperación frenética. |
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En efecto, el arpegio ascendente del primer tema es la transformación rítmica (semicorcheas) de aquel diseño suave y tenue que formó el fondo sonoro del adagio sostenuto, el cual dibujaba sus curvas delicadas, como las mansas ondas de un lago. Ahora apenas se reconoce sus arrebatadas ráfagas. Otro elemento utilizado allí es la cadencia con la sexta que veremos reaparecer pronto. La forma es de sonata. EL ritmo de compasillo, sobre un bajo que salta, furioso, de la tónica a la dominante, se eleva, vertiginosamente, el motivo inicial del primer tema formado sobre el arpegio de do sostenido menor, la sombría tonalidad que vuelve, y el cual asciende velocísimo en una extensión de tres octavas. Se determina el acorde figurado de tónica que se eleva para producirse por dos veces completamente realizado, en el cuarto tiempo al concluir el dibujo, impulsado por ímpetu angustioso. Así que ruge la frenética pasión, como la tempestad furiosa, y asciende en oleadas, que se rompen sobre los violentos y secos acordes agudos. Repítase el motivo sobre la dominante para oscilar en seguida hacia el cuarto grado (acorde de 6ª) y caer violentamente, después de una 6ª aumentada, sobre la dominante, que se escucha en doble pedal (tenida en el bajo y con efecto de trémolo medido en el soprano), mientras una voz intermedia realiza un contrapunto de sextas con las notas variables de la parte superior. En seguida se repite la nota pedal batida en corcheas y sobre ella se escucha un enérgico martilleo de los acordes de dominante y 6ª aumentada (siempre trémolo medido en la parte superior). En seguida se produce un amplio y brusco salto de octavas, prolongándose la dominante en un calderón. La vuelta de la tónica resuelve el sentido de la frase e inicia el puente, basado sobre el primer motivo, que conduce al segundo tema, modulando (5ª disminuida y 6ª) a sol sostenido menor. El segundo tema es muy extenso y complejo. Consta de tres secciones, siendo la primera la más larga e importante, hallándose, a su vez, compuesta de dos elementos: melódico uno, y armónico y rítmico el otro. Sobre el bajo, al que pasa ahora la figuración de semicorcheas para servir de ligero y rumoroso acompañamiento, la parte superior hace oír una melodía muy expresiva y cantable, de acento apasionado, que inclinándose más tranquila, se atormenta en seguida. Comienza en el segundo tiempo y alterna entre tónica y dominante, realizándose tres desinencias femeninas y la última masculina, con la afirmación en la tónica. Se repite la idea más aguda (octavas), y el sentido melódico concluye en una marcha cromática de la voz cantante, siempre sobre la armonía figurada de la mano izquierda, giro que se adorno con trinos en las cadencias al segundo tiempo, modulantes a si mayor y a la nueva tónica (sol sostenido menor), utilizándose en la segunda la sexta napolitana, como en el adagio. La armonía, ataca bruscamente, y fortísimo el acorde de sexta de La mayor, que continúa su papel de sexta napolitana en medio de violencia salvaje.
Del acorde se desprende, en la parte superior, un agilísimo dibujo de semicorcheas, basado en la escala de la mayor, mientras la mano izquierda, en la región central, marca el ritmo con repetidos acordes de sexta. El diseño conduce a otra cadencia (7ª dominante con trino) que se rompe sobre el acorde de mi mayor, que a su vez cae pesadamente y fortísimo, en el de la mayor, con la repetición del dibujo de semicorcheas, ahora una octava más baja y con los acordes en angustioso contratiempo. Una cadencia (blancas en la melodía) sobre el turbulento rumor (semicorcheas) del bajo resuelve y define la primera parte del segundo tema, afirmándose, vigorosamente, la tónica accesoria de sol sostenido menor. El segundo motivo consiste en acordes staccato (corcheas), palpitantes, angustiosas, (tónica-dominante), que se resuelven en otra cadencia perfecta. En seguida se repite el motivo, con armonización más llena y sonora repartida en regiones más separadas, alargándose la cadencia. (Nueva intromisión de la sexta napolitana). Resuelto, definitivamente, el sentido tonal, sigue la tercera frase, de carácter conclusivo, que inicia el periodo de cadencia, sobre el sol sostenido pedal grave, el cual forma la base armónica, bajo el fiero rumor de las semicorcheas, mientras la armonía alterna entre tónica y dominante, repitiéndose el diseño melódico-armónico de la mano derecha, con insistentes cadencias siempre sobre la pedal. El acento quejumbroso se disipa en la salvaje agitación de las semicorcheas, que ahora se precipitan en ambas manos, llenando los dos compases que se enlazan a la repetición, con la cadencia a la tonalidad fundamental. El compás de “2ª vez”, principio del desarrollo, contiene la resolución en mayor, con el primer motivo, que modula a la subdominante. Al ímpetu avasallador responde el canto apasionado del segundo tema (primer motivo), en el soprano, pasando a la región del tenor (en el mismo tono y con el acompañamiento en la parte aguda). Luego desciende a la región del bajo, al modular a sol mayor para volver a fa sostenido menor. Las corcheas del bajo determinan una progresión algo irregular, bajo la perpetua agitación de la parte superior, que cae sobre la dominante del tono fundamental. Se establece un pedal grave con esa nota en trémolo medido (semicorcheas). |
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Sobre ella se mueve un diseño, crescendo, más agudo y variado en figuración de corcheas, con ansiedad creciente. La inflexión a la dominante se escucha otras dos veces, como dolorosa aspiración, y a las figuras anteriores de blancas y negras, sigue el fraccionamiento de los acordes (corcheas), con mayor angustia aún, para caer, desfallecidos sobre la subdominante (acorde 7ª de segundo grado, en primera inversión), seguida, pianissimo, por el acorde perfecto de dominante. Estas dos serenas armonías (redondas) producen la impresión de una calma repentina, causada por el agotamiento de la pasión dolorosa. Pero sólo dura un instante, reteniendo la caída en la tónica, que inicia la recapitulación con impetuosidad y furor primeros. En esta sección final no hay más diferencia con la parte expositiva que la supresión del breve episodio transitorio, enlazándose directamente los dos temas principales, el segundo de los cuales permanece siempre en la tónica, con iguales efectos de la sexta napolitana. |
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El tiempo concluye en una larga coda. La agitación, más terrible y tumultuosa que nunca, se precipita, crescendo, y modulando a fa sostenido menor sobre el primer tema. Una desesperación sin freno se agita, violenta, y estalla en los acordes arpegiados de séptima disminuida, que se detienen, amenazadores en dos calderones de efecto dramático. Más tranquilo y suave, en al tónica, recuerda el bajo el canto melódico del segundo tema, pero en seguida, salta la melodía a al parte superior, exaltándose con frenesí para deshacerse en un pasaje de fantasía. Descienden y se elevan, como imponentes oleadas de pasión, vertiginosos arpegios sobre los acordes tenidos de la mano izquierda, con ascenso cromático del bajo (fa sostenido menor- re mayor- 6ª -7ª disminuida- tónica, ya y 6ª). El último arpegio cae en lo profundo y entonces se levanta, violentísima, una escala cromática, deshecha en un trino agudo (sobre séptima dominante), que a su vez se resuelve en una rápida cadencia, la cual cae vertiginosamente, precipitándose en el abismo. Jamás la música ha sido imagen tan ideal de un sufrimiento frenético, delirante, que llega a la convulsión trágica, para estallar en sollozos desgarradores y aniquilarse después del espasmo doloroso. Dos compases adagio, dos solas y tristes redondas, profundas, la dominante precedida de una muy larga apoyatura, reflejan el agotamiento producido por la desesperación infinita. Un último fragmento, sobre pedal de tónica, en la que se resuelve la extensa cadencia concluye el presto, con el lamento del motivo que cerró el segundo tema y los tempestuosos arpegios del primer diseño que se elevan y caen por postrera vez. Dos secos y fortísimos acordes ponen fin al sombrío y doliente poema.
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