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La sonata para piano Appassionata de Beethoven

 
 

La sonata para piano "Appassionatta" es la última de las cuatro más célebres sonatas de Beethoven. Otras la igualan en belleza, algunas la superan en grandiosidad y elevación, pero su extraordinaria brillantez y dificultad de técnica, unida al intenso “pathos” de su espíritu han ejercido siempre fascinación extraordinaria sobre pianistas y oyentes.

Quizá sea la más popular de todas las sonatas, por lo menos, sólo Claro de Luna, la iguala en fama. De cualquier modo, su gran importancia pianística y su vigor patético la colocan en el punto culminante del segundo estilo, entre las obras de piano beethovenianas.

Según ya dijimos, el número de orden asignado a esta sonata por el autor es absolutamente incomprensible. Su publicación fue anunciada por el Wiener Zeitung, el 18 de febrero de 1807, siendo su epígrafe el siguiente: "LlVme. Sonate composée pour Pianoforte et dediée a Monsieur le Comte Francois de Brunswick, par Louis van Beethoven. Op. 57. A Vienne, au Bureau des Arts et l’Industrie". Pero la composición de la obra es bastante anterior, aunque existen dudas acerca del momento preciso de su conclusión, originada por las contradictorias versiones de Ries y de Schindler, acompañadas de sendas anécdotas. Los comentaristas beethovenianos, cuyas investigaciones merecen mayor confianza, así como los catálogos cronológicos más importantes fijan la composición de la sonata opus 57 en 1804. Sin embargo, lo más probable es que el dato cronológico de Schindler sea igualmente cierto.

No es verosímil que en la breve temporada pasada por el maestro en Doebling pudiera concluir alguna sonatas, como los opus 53 y 57, y esbozar aún otras composiciones importantes. Seguramente, la sonata número 23 quedó por entonces inconclusa o sólo escrita a medias y no fue terminada hasta dos años después cuando Beethoven había descansado ya de las dos tentativas, poco felices, realizadas con Leonora. Aún en el caso improbable de que la sonata hubiera quedado concluida, casi al mismo tiempo que "La Aurora", como tardó alrededor de dos años y medio en publicarse, es muy posible que al repasarla nuestro compositor para enviarla al editor introdujera algunas ligeras modificaciones, pues se sabe que el compositor retocaba frecuentemente sus obras hasta que salían a la luz. Por tanto, como hemos dicho, no es nada inverosímil que durante el verano de 1806, el maestro volviera a trabajar en su opus 57, concluyéndolo entonces definitivamente.

Beethoven

El sobrenombre de "Appassionatta", cuyo acierto se ha discutido mucho como los demás títulos dados a otras sonatas beethovenianas, fue idea del editor hamburgués Cranz y no tardó en popularizarse. La Appassionatta, como Claro de luna, se halla envuelta en una leyenda de amor. Pero si en la segunda sonata del opus 27 esa aureola amorosa y romántica se apoya en hechos auténticos, nada análogo sucede con la obra 57, respecto de la cual no se conoce con certeza la causa íntima a que obedece su inspiración. Entre la correspondencia de Beethoven que se ha conservado, figuran tres cartas de amor escritas en estilo apasionadísimo, con la vehemencia desbordante que el generoso corazón del artista ponía en todo lo que conmovía hondamente su alma. Una de esas cartas concluía con estas exclamaciones: “¡Eternamente tuyo! ¡Eternamente mía! ¡Eternamente nuestros!”

¿Quién fue la inspiradora de tan ardiente sentimiento? He aquí el misterio no esclarecido aún. Schindler y todos los biógrafos, hasta 1878, poseían la convicción de que dichas cartas fueron dirigidas, en 1801, a Julieta Guicciardi. A partir de esa fecha, las indagaciones de Thayer, autor de una de las más notables biografías de Beethoven, fechan esas cartas en julio de 1806, siendo su destinataria la condesa Teresa de Brunswick, con la cual –según se dice– contrajo Beethoven compromiso matrimonial por aquel tiempo. Según tal versión, esta ilustre dama y no su prima Julieta, predecesora en el amor del maestro, habría sido la “amada inmortal”. Casi todos los biógrafos modernos siguen a Thayer; pero Nagel, y en seguida d’Indy, con razonamientos muy sólidos, contradicen la opinión del crítico norteamericano, volviendo a la afirmación de Schindler, de modo que, en definitiva, el episodio amoroso de Teresa de Brunswick, vuelve a desdibujarse en la biografía de Beethoven, vago y fugitivo como una sombra. Hoy nadie puede afirmar su exactitud con seguridad. Sin embargo, y ello es lo más curioso, tanto Nagel como d’Indy creen que la Appassionatta es una inspiración nacida del amor de Beethoven. Pero, ¿Cuál era el objeto de aquel amor? Según d’Indy, el recuerdo de Julieta atormentaba todavía el corazón del músico. Efectivamente, si la pasión encerrada en esta sonata es de origen amoroso, sólo se traduce –a excepción del andante– la desesperación y tempestad del espíritu, entenebrecido al día siguiente de haber concluido la luminosa Aurora.

Es la renovación del “pathos” sombrío y tumultuoso que rugió en las sonatas números 14 y 17. Si el amor por la hermana del conde, al cual está dedicada la obra 57, se manifestaba en tal forma, era un amor aún más sombrío y terrible que el profesado a Julieta, y en abierta contradicción con el espíritu de la cuarta sinfonía, que se dice estar inspirada “también” por el amor a Teresa y con el de la plácida sonata opus 78m dedicada después a la condesa. En cuanto al recuerdo de Julieta, muy fresco aún en la época de la sonata 17 y del “testamento” de Heiligenstadt, se hallaba ya lejano aquí, para que obrase tan enérgica y directamente.

Es probable que la leyenda amorosa de la Appassionatta, no basada –repetimos– en ningún hecho positivamente comprobado, como en el caso de Claro de luna, ha sugestionado excesivamente a muchos comentaristas. Schindler decía, como anticipamos, que Beethoven se inspiró para componer esta sonata en La Tempestad, de Shakespeare, drama que –según el mismo comentarista– le había sugerido también la segunda del “opus” 31. Aunque la afinidad de espíritu es evidente entre ambas sonatas, la coincidencia de que por dos veces recurriese Beethoven a la misma obra shakesperiana, hace muy inverosímil ese relato de Shindler, que pocos aceptan. A nuestro juicio, mucho más se aproximan a la verdad los que ven abrirse en esta sonata un mundo interior de sombrías y rudas pasiones; y, comparándola con algunos héroes goethianos, la llama “tragedia del sentimiento”.

Es, en rigor, el poema de una intensa tempestad del espíritu, como otras muchas creaciones beethovenianas, un combate gigantesco entra la fatalidad y la voluntad de vencer, que lanza al final relámpagos de victoria. En la cadena que el “pathos” beethoveniano va formando a través de las sonatas, los eslabones anteriores del op. 57 son los opus 31 y 27, en los que no brilla ninguna victoria final. Pero, aún dentro de la época juvenil, encontramos el primer tiempo de la Patética; el largo del op. 10, y así nos remontaríamos hasta la primera sonata, op. 2, en fa menor, como la Appassionatta, y en la cual, según hicimos constar, se encuentra el primer germen, del que dos lustros más tarde surge este mundo sombrío y profundo, donde gime el dolor del tormento y rugen los vientos tempestuosos, cual los soñara Dante; pero, en el que también se yergue, a través de las sombras, la imponente figura de un héroe estoico y vencedor. Las bases tonales de la obra son tónica-superdominante-tónica.

Aquí se puede encontrar la partitura de la sonata Appassionata de Beethoven.

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